Cada
vez resulta más complicado encontrar una información veraz y objetiva de una
noticia. Actualmente muchos periodistas con acceso a grandes medios y a los
debates de gran audiencia son cómplices por conveniencia de esos mismos delitos
que han convertido la política española en una auténtica vergüenza. Para
ciertos medios es más favorable no difundir de manera fehaciente la altísima
corrupción que existe en España. ¿Para qué darle más bombo? ¿Qué se va a
conseguir con ello? ¿No es mejor ilusionar a la gente y decirles que la
economía española está en la dirección actual de crecimiento, de creación de
empleo, y que en muy poco tiempo se pondrá en marcha una bajada de impuestos?
¿No es mejor decirles que se han frenado los desahucios gracias a las medidas
del Gobierno y que el poder adquisitivo de los pensionistas se está recuperando
gracias a los logros económicos del PP? ¿No es mejor ser optimista que
realista?
Son muchos los medios que distorsionan la
realidad de un acontecimiento para utilizarla como estrategia ideológica o
política. Lo más preocupante es que ni siquiera los periodistas se creen lo que
escriben, pues, como mercenarios de las letras, la mayoría simplemente se
limita a plasmar en sus columnas lo que sus directores políticos les señalan,
disfrazando y pervirtiendo los acontecimientos para utilizarlos como estrategia
política o ideológica, a tal punto que una misma noticia puede ser narrada de
dos maneras diametralmente opuestas dependiendo de la línea editorial. Esto es
especialmente grave ya que el valor de la noticia es sustituido
subrepticiamente por el valor de la interpretación. La noticia pierde entonces
todo su significado para convertirse en una mediocre bufonada, una caricatura
de la realidad. Igualmente preocupante es el hecho de que muchos de los
lectores no quieren conocer la verdad para no verse en la obligación de
cuestionar sus propios ideales. Antes que enfrentarse a la dolorosa realidad de
los hechos prefieren creer en cualquier trama conspiranoica ideada por algún
periodista de tercera fila sediento de notoriedad.
Condenan con frivolidad esperpéntica a
los “antisistemas”, ignorando que todo español decente es hoy un antisistema,
ya que para estar con este sistema es necesario estar al margen de la Constitución,
de la Ley de Derechos Humanos y ser testigo silencioso de los abusos,
arbitrariedades y delitos que comete habitualmente la clase dirigente, todos
ellos tolerados y amparados por un sistema que ellos mismos han edificado y
blindado para mantenerse relativamente seguros.
Ninguno de esos periodistas más o menos
sometidos, que pululan como abejorros por los debates televisivos, se atreve a
hablar de la gran verdad oculta y prohibida: que España no es un país
democrático. Las leyes de igualdad no funcionan en la práctica y no hay apenas
interacción entre la clase política y la sociedad, ni siquiera cuando las
encuestas muestran el profundo malestar de la ciudadanía. Para el político, el
ciudadano solo es necesario cada vez que se acercan unas elecciones. Entonces
la estrategia está servida: “Más vale
malo conocido que horrible por conocer”. Pues bien han aprendido que no hay
mejor política que la del miedo: “Sí,
nosotros podemos ser mediocres, pero los otros son auténticos monstruos”.
Cuanto peor vayan las cosas, mayor será la dosis del miedo. Y de nuevo vuelta a
las promesas y al optimismo, pues como dice el dicho “la esperanza es lo último que se pierde”. Parece que esta
estrategia les funciona muy bien porque una buena parte de la sociedad todavía
no se ha olido la trampa. Pero tiempo al tiempo.
Por desgracia no existe una sociedad
civil fuerte que sirva como contrapeso al poder del Estado. Ni siquiera las
elecciones son realmente libres, ya que no son los ciudadanos sino los partidos
los que eligen y elaboran las listas cerradas. No existe una Justicia eficaz
que sea capaz de castigar a los delincuentes del poder, prácticamente impunes
si pertenecen a las mismas filas de la clase dirigente; ni está garantizada la
información veraz al ciudadano y la fiscalización de la política, principios
indispensables que la democracia encomienda al periodismo, pues está demostrado
que España carece de una prensa democrática y la mayoría de los medios están
“comprados” o sometidos al poder político. De ser un importante medio
informativo, el periodismo se convierte en una mala literatura de ficción donde
cada cual encuentra un respaldo a sus miedos y prejuicios. Esto crea un
ambiente enrarecido de paranoia social que puede dar lugar a graves
enfrentamientos, como nos ha demostrado la historia.
Julian
Assange, fundador, editor de WikiLeaks, decía que: «Una de las cosas que suscita esperanza, que he descubierto, es que
casi cada guerra que fue generada en los últimos 50 años fue el resultado de
los engaños de los medios de comunicación, y que estos medios pudieron pararlas
si hubieran indagado adecuadamente en los asuntos. Pero ¿qué significa eso?
Significa básicamente que la gente no es propensa a las guerras y debe ser
engañada para ser involucrada en ellas. Si los medios de comunicación crean un
buen ambiente, esto conducirá a un mejor ambiente para todos».
Maite
García Romero
2 comentarios:
Querida Maite, es verdad que los medios de comunicación políticos no son independientes, pero me temo que nunca lo han sido. Pedirles objetividad es como pedirle a un tigre que deje de ser depredador. Por otro lado, sabemos de la verdad sectaria que nos ofrecen, pero ¿cuál es realmente la verdad si siempre que tenemos noticia de ella está teñida por el partidismo? Contestar a esta pregunta con que en España no hay democracia me parece una obviedad; eso lo saben hasta los niños de teta, y salvo que se sea muy reaccionario, no se podrá afirmar lo contrario.
Ah, y Julian Assange no es el mirlo blanco de la comunicación, precisamente. Hace muy poco ha protagonizado con Arturo Pérez Reverte -tengo entendido- un bronco encontronazo verbal a cuenta de la independencia de Cataluña. Para que luego diga que los medios movilizan al hombre pacífico.
Pese a mis desacuerdos, estoy contigo en lo fundamental.
Como siempre, un placer leerte, Maite.
Maite, cuanta razón tienes, vivimos en una sociedad en la que nada es lo que parece. La hipocresía es tal que hasta nos hemos acostumbrado a ella aún sabiendo que una parte corrupta yace bajo esas caras sonrientes. Y lo peor es que no se le ve salida a esta situación. Hasta cuando? ...que gusto leerte Maite.
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